miércoles, 13 de abril de 2016

Ponte en su piel

Hallo! Como siempre comienzo mis entradas diciendo que he tardado demasiado en volver a escribir e intento siempre que no sea así. Pero aquí el tiempo se me está pasando muy deprisa.

Hoy quería dejar por escrito una situación que me ha ocurrido justo esta tarde en el tren de camino a Núremberg. Para mí ha sido bastante estremecedora y a la vez difícil; de querer ayudar y no poder. No saber como.

Sentada ya en el tren, en una de las paradas, se han subido una madre con un bebé y un niño de unos 8 o 9 años. La madre se ha sentado en frente de mí junto con su hijo. La mujer llevaba velo, por lo que he pensado que por el color de piel eran musulmanes. Con una falda larga y sandalias. Sostenía a su bebé en brazos de apenas 5 meses de vida que llevaba dos mantas alrededor de su cuerpo. El niño mayor, llevaba los pantalones rotos y uno de los pies sin calcetines.

Mientras,  el otro pequeño me miraba pero no a mí. Miraba todo el rato mi boca y es que estaba masticando un chicle. Al cabo de cinco minutos la mujer me dice ,como puede, porque no sabía apenas alemán, que debe ir al baño del tren y me pregunta si puedo coger al bebé. Yo le digo que sí.
Al lado, había un hombre leyendo el periódico y justo en la portada aparecía una gran foto sobre las fronteras y los problemas que están habiendo con los refugiados. El niño,  que sí que hablaba alemán se queda mirando la foto y señalándola me dijo: Mein Papa ist da. (Mi padre está ahí)

En ese momento, con ese bebé en brazos y su frase sentí una especie de mezcla de sentimientos tanto de pena y rabia. Pena, por la situación que están viviendo esas personas y que han debido de emigrar y como esta familia, sin el padre. Rabia, por querer ayudar o hacer algo por ellos y no poder. Todo esto está en manos de los que llevan corbata y chófer propio. Lástima.

La madre vino enseguida, me dio las gracias. En ese momento, vieron al revisor del tren a lo lejos. La madre se puso nerviosa. Entendí que no habían comprado el billete. Pero no podían bajar pues el tren continuaba en marcha. Le dije yo tengo un billete que pueden ir dos personas y los niños gratis. Siéntate. En ese momento no paraba de agradecérmelo pues en Alemania si ven que no llevas billetes debes de pagar 60 euros como mínimo.

Ellos se bajaban justo una parada antes que yo. La mujer me enseñaba su bolso vacío y me hacía gesto de dinero y diciéndome que no. Yo le hice entender que no quería nada como agradecimiento. Le regalé los chicles al niño. Fue lo mínimo que pude hacer en esa situación y se marcho con una gran sonrisa en la cara.
 
Todo esto ha sido real. Quizás para muchos no signifique nada, quizás para otros algo más. A mí, me ha servido para darme cuenta que la frase típica que solemos oír y que nos mantiene en calma: " mientras no seamos nosotros..." no sirve.  Tampoco meter a todos los refugiados que vienen en el mismo saco. Hay familias enteras, con niños y bebés, que quieren un futuro mejor para ellos al igual que nuestros abuelos o hicieron con nuestros padres en muchos casos. Sino preguntar a vuestras familias.

Ojalá hubiera podido haberles ayudado más, al menos el niño se pudo comer un chicle.